Lula participa en una misa por su difunta esposa antes de su eventual entrega a la justicia
Lula, de 72 años, favorito a las elecciones de octubre, tiene orden de prisión desde el jueves, decretada por el juez Sergio Moro, para empezar a cumplir una pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero.
El expresidente podría entregarse después de la misa prevista durante la mañana en el Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de Sao Paulo. En Curitiba (sur), la ciudad donde oficia Moro, lo espera una celda de unos 15 m2, con baño privado y derecho a dos horas diarias de aire libre.
«Hay conversaciones en la policía con los abogados del expresidente», dijo a la AFP el diputado Carlos Zarattini, del Partido de los Trabajadores (PT), que se halla junto a Lula.
Moro le había ofrecido la posibilidad de presentarse «voluntariamente» en Curitiba antes del viernes a las 17H00, pero el exsindicalista ignoró ese plazo y permaneció en su búnker sindical, rodeado por miles de personas que le expresan apoyo día y noche.
– «Tenemos que resistir» –
«¡No podemos dejar que encarcelen a Lula! ¡No dejen que se entregue! ¡Tenemos que resistir! ¡Estamos aquí para protegerlo!, imploraba a gritos un grupo de militantes a los dirigentes políticos que iban entrando en la sede sindical por la mañana.
Entre los manifestantes estaba Adriana Macedo, una profesora de 54 años de Campinas (Estado de Sao Paulo), que con ojos llorosos decía: «Con Lula preso estamos todos presos. Hoy es el divisor de aguas. Van a acabar con todas las agendas sociales».
La docente se refería a los recortes presupuestarios impulsados por el presidente Michel Temer y sobre la posibilidad de que un candidato con el mismo programa gane las elecciones de octubre.
Lula tiene más de un tercio de intenciones de voto y según las encuestas se impondría en la segunda vuelta frente a cualquier candidato, pero en su ausencia, no hay ningún candidato que claramente pueda heredar del electorado de izquierda.
En una reunión con empresarios en Salvador (noreste), Temer abogó por un retorno a una era de «optimismo» y de «paz social».
«En otros tiempos, había mucho más optimismo y los brasileños querían la paz social. No había divergencias radicales entre los brasileños», declaró el mandatario, que según una reciente encuesta tiene 5% de opiniones favorables sobre su gestión.
– Recursos hasta el final –
Moro justificó la orden de detención.
«(Lula) fue condenado por lavado de dinero y corrupción. Es preciso ejecutar la sentencia. No veo ninguna razón específica para aplazarla», dijo Moro en una entrevista a la China Global Television Network (CGTN).
Lula es la presa mayor del magistrado símbolo de la Operación Lava Jato, que desvendó una gigantesca red de sobornos enquistada en el Estado, con implicaciones de prácticamente todos los partidos.
La esposa de Lula, Marisa Letícia, falleció en febrero de 2017. Este sábado habría cumplido 68 años. Su nombre figuraba en la causa que llevó a la condena de Lula, como beneficiario de un apartamento en un balneario ofrecido por una constructora a cambio de facilidades para obtener contratos en Petrobras.
Lula siempre negó esos cargos y al despedir a quien fue su compañera durante cuatro décadas y con quien tuvo tres hijos expresó su deseo de que «los criminales que levantaron ligerezas contra Marisa tengan (un día) la humildad de pedir disculpas».
– Apoyos y protestas –
El Partido de los Trabajadores (PT), que Lula cofundó en 1980, junto a otros partidos de izquierda, así como el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y otras agrupaciones sociales y sindicales organizaron el viernes manifestaciones en unas 50 ciudades y cortaron carreteras en varios estados.
El epicentro de la «resistencia» se halla en Sao Bernardo, donde la voluntad de resistencia dejaba paso a una mezcla de rabia, resignación y desazón.
En Curitiba, otras campanas sonaron.
«Quiero que Lula sea encarcelado. Y no solo él, sino todos los corruptos impunes tienen que ser encarcelados», afirmó frente a la Policía federal de ciudad meridional Luciano Aparecido Gimenes, un profesor de 41 años, que al lugar junto a su hija universitaria «para ver si Lula llegó».
Fuente: AFP
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