Segunda noche: ciudad queda a oscuras
La diosa de la energía negativa, los bajos voltajes, las transmisiones sin la velocidad de la luz y los secretos más oscuros, históricamente han embestido a la sociedad dominicana con más ímpetu que el toro al torero, en el influjo de las pesadillas maléficas más recurrentes y la prolongada mala racha. Y para atinar que se vuelva un farol de luminosidad, sin que sea del Sol ni de la Luna, urge orar/rezar una oración, mirando hacia el infinito; santificar el filamento de una lámpara incandescente y ritualizar, por la noche, los instrumentos musicales de Macumba o Quimbanda, llamando a la buena suerte proveniente de la magia negra.
El 5 de enero de 1896, bajo el régimen de bayonetas de Ulises Heureaux (Lilís), un generador eléctrico alumbró, por primera vez, las calles y hogares de la capital dominicana, y el 10 de ese mismo mes la celebrada poetisa Salomé Ureña escribió a su hijo Francisco Noel, quien residía en Cabo Haitiano, Haití: “Tenemos luz eléctrica! La primera noche funcionó bien pero la segunda, a los diez minutos, quedó todo a oscuras”.
La inauguración, encabezada por el tirano presidente Heureaux, consistió en la instalación de un generador eléctrico comprado a la compañía Edison Spanish Colonial Light Company, incorporada en Nueva York, que dejó atrás los faroles con velas de cera y las lámparas de aceite y candiles, que datan de 1859.
Para la operatividad del sistema eléctrico, dos años antes fue suscrito un contrato entre Emilio C. Joubert, quien en 1900 fungió como embajador dominicano en Estados Unidos y Edison Spanish Colonial Light Company, que involucró la suma de 24 mil dólares, provenientes de un préstamo del Estado con bancos extranjeros. El generador eléctrico de 3,500 kilovatios (tres plantas), usaba como combustible carbón de piedra y consumía doce toneladas y media todos los meses. Y el sistema contaba con 50 lámparas de arco de 120 bujías, 320 lámparas incandescentes de 25 bujías y 300 lámparas de 16 bujías cada una.
La planta fue instalada en el viejo edificio de Aduanas, situado en el sector El Timbeque, en la ribera del río Ozama. Iluminaba desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana a los residentes de la ciudad amurallada, habitada por unas 30 mil personas. El perímetro de la Ciudad Colonial abarcaba entre el río Ozama, el mar Caribe, el parque Independencia y la hoy avenida Mella, con unas 30 calles. También cubría parte de la iniciada Ciudad Nueva, San Carlos y Pajarito (Villa Duarte), tres poblados enclavados en las afueras del núcleo urbano fortificado.
El apagón referido por Ureña se tendió como el primer dolor de cabeza, y veamos el segundo: El 18 de mayo 1886, el Ayuntamiento de la Común del Ayuntamiento Constitucional de Santo Domingo suscribió un contrato con Alfredo Deetjen y Gabriel V. Carranza para la instalación del alumbrado eléctrico público y privado, por medio del gasómetro de la electricidad. Siete años después -el 17 de abril de 1893- el Congreso Nacional declaró “irrita y sin valor legal” la referida concesión, en vista de que los concesionarios dejaron perimir la prorrogada que les fue acordada por el Poder Ejecutivo, el 29 de enero del citado año, por no dar comienzo a los trabajos de la empresa, en “perjuicio de la comunidad”.
Desde entonces han crecido la población, la industria, el comercio, los hogares y el Estado, lo que ha conllevado a la iluminación por medio de gas, plantas eléctricas, térmicas, hidroeléctricas, diesel, turbogenerador y termoeléctrica a carbón y vapor, con variados kilovatios y megavatios. Además, han imperado las transformaciones y reformas del sistema eléctrico, con nuevas leyes y cambios de nombres: Compañía Anónima Dominicana de Luz y Fuerza Motriz (1920), Compañía Eléctrica de Santo Domingo (CESD, 1928), Corporación Dominicana de Electricidad (CDE, 1955), Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE, 2002) y Ministerio de Energía y Minas (2013).
En la búsqueda del alumbrado más efectivo, también han sido creadas otras estructuras o unidades corporativas: Comisión Nacional de Energía, Programa de Reducción de Apagones, Empresa de Transmisión Eléctrica Dominicana (ETED), Programa de Sustitución de Bombillas, Empresa Distribuidora de Electricidad del Este (Edeeste), Empresa de Distribución de Electricidad (Edesur Dominicana) y Empresa Distribuidora de Electricidad del Norte (Edenorte Dominicana).
No obstante, las interrupciones en el suministro de energía han continuado dando latigazos sin compasión, configurando siete maldiciones, que son las siguientes:
1.- Déficit o insuficiencia en la generación de energía.
2.- Baja cobranza por la falta de una cultura de pagos.
3.- Corrupción administrativa. En un expediente de 2021 un total de 14 personas fueron acusadas de desfalcar a la Cdeee y reclamó que sea resarcida por 50 mil millones de pesos.
4.- Fraude o robo de energía.
5.-Altos costos operativos, que envuelven pérdidas en las redes de transmisión y el otorgamiento de subsidios.
6.- Elevadas tarifas o facturación.
7.- Los embates de la naturaleza: ciclones, rayos y lluvias torrenciales, árboles y animales, globos y colas de chichiguas, excavaciones, accidentes automovilísticos y olas de calor.
Esas siete maldiciones han doblegado las iniciativas de los más estudiosos y postulantes sobre la solución energética nacional: Marcelo Jorge, Temístocles Montás, Radhamés Segura, Ramón Alburquerque, Antonio Almonte y Celso Marranzini, cada uno con sus ilusiones, teorías e intereses.
Insólitamente, la herencia maldita tira sus petardos cada vez con más intensidad, sin dar tregua. Calamitosamente, la crisis está tocando fondo, sin una solución a corto plazo. El presidente del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (CUED), Celso Marranzini, ha dicho, sin pelos en la lengua y con la franqueza y valentía que le adornan, que los apagones continuarán por varios meses, porque el sistema no está preparado para satisfacer la demanda de electricidad. Ah, pidió paciencia. Ni más, ni menos, sin sofismas.
Ha revelado, eso sí, que el gobierno trabaja en un plan integral con varios proyectos de generación de energía renovable y convencional, ascendente a 650 millones de dólares, financiados por organismos multilaterales, que incluyen la rehabilitación de las redes eléctricas, la expansión de la infraestructura de telemedición, la instalación de medidores prepagados, mejoras en la calidad del servicio y reducción del déficit tan mencionado.
Marranzini, quien no teme a la confrontación ni a la fabricación de miles de enemigos, advierte que no bastan los proyectos gubernamentales, y que ”necesitamos un compromiso compartido”, pagando por el servicio que reciben y denunciando para que actúe la Procuraduría General del Sistema Eléctrico (Pegase). También aclara que no hay soluciones mágicas, lo que no significa que echemos a un lado los resonantes y placenteros sonoros de cuerda, viento y percusión de Macumba; los ruegos a deidades y los pedidos a santos, sin hechicerías ni liturgias supersticiosas.
Oscar López Reyes
El autor es de profesión periodista, mercadólogo, escritor, articulista, director de la Escuela de Comunicación de la Universidad Dominicana O&M, presidente de la Asociación Dominicana de Profesionales de Relaciones Públicas (Asodoprep), y expresidente del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y de la Asociación Dominicana de Escuelas de Comunicación Social (Adecom).
Category: NACIONALES, OPINIONES