Incendio provoca muerte de 231 personas en una discoteca de Brasil
SANTA MARIA, Brasil.- Buena parte de los 261,000 habitantes de Santa María no han dormido. El dolor en la localidad brasileña, desgarrada por un incendio que mató por lo menos a 231 jóvenes e hirió a un centenar en la discoteca Kiss, perdura para cientos de familiares y amigos que velaron a sus muertos entre el silencio y el llanto durante toda la noche. Hoy serán enterradas medio centenar de víctimas.
Está previsto que se celebre una ceremonia ecuménica, a cargo del obispo Helio Adelar Hubert, a la que seguirán los entierros, que comenzarán en el cementerio municipal a las 9.00 (12.00 hora peninsular española) con el auxilio de cerca de 300 militares de una base aérea ubicada en la localidad.
La cifra de fallecidos fue rebajada durante la madrugada por las autoridades de 233 a 231, aunque todo indica que esta no será la definitiva. El ministro brasileño de Salud, Alexandre Padilha, ha informado que quedan 79 personas hospitalizadas en cuidados intensivos de un total de 112 lesionados. Cerca del 80% sufrieron una intoxicación por inhalación de humo y el 20% restante son heridos con quemaduras graves.
La banda que provocó el incendio en Brasil podría ser acusada de homicidio imprudente Una veintena de ataúdes, escoltados por centenares de familiares, amigos y allegados, permaneció hasta la madrugada en el Centro Deportivo Municipal, un complejo de gimnasios adonde las autoridades llevaron los cadáveres para identificarlos y que se convirtió en el epicentro de la tragedia, según informa la agencia EFE.
Sin consuelo
El gimnasio fue durante todo el día un bullicioso trajín de familiares y amigos, a los que se sumaron 500 voluntarios, entre ellos médicos, psicólogos, además de policías, militares, religiosos y periodistas.
«Sabemos que podía haber sido cualquiera de nosotros. No hay una persona que no esté estremecida en Santa María. Fue una cosa grave, sin explicación», afirma a EFE el doctor Cléber Lotes, un médico que acudió a trabajar como voluntario para atender a los familiares de posibles ataques de ansiedad o de caídas de tensión.
A la entrada del gimnasio, una interminable lista de nombres de fallecidos, actualizada a cada rato, recibía a los visitantes y daba la medida de la magnitud de lo ocurrido.
«Da miedo. Nunca pensamos que algo así ocurriera a la que gente que conocemos. Hoy he visto como enterraban a muchos de mis amigos, personas cercanas a mí. Vi a dos hermanos muertos, a hermanos enterrando a hermanos y ahora mismo me enteré de que otro de mis amigos ha fallecido», relata el joven Matheus Viegas a Reuters.
Todos los féretros tenían un cartel a los pies para identificar al difunto y sobre alguno de ellos había objetos personales, como un pingüino de peluche, fotografías o banderas de equipos de fútbol de la región, del Gremio y del Internacional de Porto Alegre, que este domingo cancelaron la jornada de liga en señal de luto.
En las conversaciones íntimas, los parientes recomponían el rompecabezas de la madrugada del domingo, para tratar de entender cómo en escasos minutos las chispas de un espectáculo pirotécnico en el escenario se propagaron por toda la discoteca Kiss, convirtiéndose en una trampa mortal para la mayoría de los asistentes a una fiesta de universitarios.
La banda que provocó el incendio podría ser acusada de homicidio imprudente. El incendio comenzó cuando fue encendido en el palco un equipo de fuegos pirotécnicos conocido como «Lluvia de plata», cuyas chispas alcanzaron la espuma utilizada como aislante acústico en el techo del establecimiento. El pánico provocado por la rápida expansión de la humareda y las puertas cerradas por los vigilantes figuran entre las causas de la tragedia.
Cadáveres sin reclamar
Un joven estudiante, Mattheus Dias, todavía con los ojos enrojecidos y cariacontecidos, explica que le costará asimilar la tragedia, en la que él perdió una ex novia que «quería mucho» y a algunos conocidos.
La mayoría de los parientes y amigos más cercanos, sobrecogidos, declinaron a hablar con la prensa y muchos optaron por trasladar sus velatorios a lugares más íntimos, como iglesias o uno de los dos cementerios de la localidad, que permanecieron abiertos toda la noche.
En el cementerio de Santa Rita, a las afueras de Santa María, cinco víctimas fueron veladas hasta altas horas de la madrugada por decenas de parientes, una escena similar a la del Centro Deportivo Municipal, donde una multitud continuó haciendo guardia muchas horas después de la visita de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.
Unas pocas decenas de cuerpos, identificados pero no reclamados por los familiares, que todavía no habían conseguido llegar a esta localidad a 290 kilómetros de Porto Alegre, pasaron la noche en la morgue instalada en otro pabellón del complejo deportivo al que solo tenía acceso la policía.
Fuente: EFE
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