La apasionante y fructífera búsqueda de los restos de Miguel de Cervantes

| 22 abril, 2016

Cervantes400 años después de su muerte, los restos de Miguel de Cervantes Saavedra descansan desde hace unos meses en un monumento en su honor ubicado dentro de un convento madrileño donde, tras una mediática búsqueda, se encontraron sus huesos después de siglos perdidos.

Aunque hay cientos de estudios sobre su vida y obra, el nacimiento y enterramiento de Cervantes fueron durante mucho tiempo un misterio. Hasta mediados del XVIII no se encontró su partida de bautismo, que permitió saber que había nacido en Alcalá de Henares (Madrid) y que fue cristianado el 9 de octubre de 1547.

También durante siglos fue un misterio el paradero exacto de sus restos, que fueron enterrados el 23 de febrero de 1616 en el convento de las Trinitarias de Madrid, pero tras unas obras de remodelación se perdió la pista.

«Yace aquí Miguel de Cervantes Saavedra 1547-1616», reza el encabezado de la placa conmemorativa del sepulcro que incluye unos versos de «Los trabajos de Persiles y Sigismunda» de Cervantes: «El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todos esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir».

Tras la lápida reposan, desde junio del año pasado, los restos del autor de «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha», que fueron hallados en la cripta del convento de la Trinitarias, después de meses de sofisticada y meticulosa búsqueda por parte de arqueólogos e historiadores.

Una búsqueda que ocupó titulares en los medios de comunicación, despertó la curiosidad incluso de los que nunca se habían acercado a las obras de Cervantes y sitúo en el centro mediático el humilde convento de la monjas Tinitarias, en el barrio madrileño de las Letras.

Y es que, «cualquier noticia relacionada con Cervantes tiene repercusión en todo el mundo», según el experto en el escritor y catedrático de Filología Románica José Manuel Lucía Megías.

Las labores de búsqueda se saldaron con el hallazgo de unos huesos muy disgregados de 17 cadáveres y, según los expertos, es «posible considerar que entre los fragmentos» se encuentran «algunos» pertenecientes a Miguel de Cervantes y a su esposa Catalian Salazar, «sin discrepancias».

Sin embargo, es «imposible» comprobar a través del ADN cuáles son de Cervantes pues la única familiar sepultada en un lugar conocido es su hermana, cuyos restos están en un osario común en Alcalá de Henares, según el director de la investigación y forense, Francisco Etxebarria.

Los restos de esos cuerpos, que fueron trasladados desde su enterramiento original en el siglo XVII, cuando comenzaron las obras de remodelación de la iglesia del convento, aparecieron junto a una moneda de 16 maravedís de Felipe IV y prendas litúrgicas, entre otros objetos.

La búsqueda de los restos del escritor no fue fácil y es que como ironizó antes de iniciar el proceso Etxebarría: «no vamos a encontrar a Cervantes con su nombre puesto es un ataúd». Y eso que al mundo le dio un vuelco el corazón cuando se halló una tabla con las iniciales «MC», pero lo que queda de él no estaba detrás de ella aunque sí en la misma cripta.

Los investigadores empezaron la búsqueda en la cripta de la iglesia del convento tras usar un georradar para realizar un plano tridimensional del templo y localizar cinco posibles enterramientos.

Miguel de Cervantes eligió ser enterrado de un lugar extraño para la época -por eso algunos habían cuestionado que estuviera allí- la iglesia de un convento, para lo que tuvo que conseguir un permiso especial. Y es que sentía mucha gratitud por la orden Trinitaria, que le rescató de su cautiverio en Argel y además ahí profesaba su hija Isabel.

En el convento aún residente trece religiosas, que al principio vieron la búsqueda de Cervantes con preocupación por la posible repercusión en sus tareas cotidianas, pero que acabaron encantadas con los científicos.

Además ellas están seguras de que la voluntad del escritor «no fue irse a otro sitio, quiso quedarse aquí y aquí tendrá que estar», según la madre superiora del convento, sor Amada de Jesús, quien como el resto de la congregación nunca dudó de que el autor de «El Quijote» estaba enterrado allí.

Fuente: EFE

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